En los años cincuenta del siglo pasado, grandes arrozales ocupaban las tierras de la finca «El Mezquitón», donde mucho tiempo después se levantaría el Club de Polo Caballo Loco. En aquel entonces, la malaria hacía daño a la población local y el acceso a San Martín del Tesorillo, en la provincia de Cádiz, era largo y tedioso.
A comienzos de los años sesenta, poco a poco, la zona sufrió una gran metamorfosis gracias a la llegada de Sotogrande. Entre sus nobles aportaciones, una de tantas, se hallaban los deportes que trajo en el maletero. Uno de ellos era el polo, y en torno a este deporte se desarrolló y ejecutó nuestro proyecto.
Para cuando nos lanzamos a desarrollar el Club Caballo Loco en el año 1996, hacía mucho que los arrozales, probablemente la última cosecha fue en 1982, habían sido reemplazados por huertos de naranjos y grandes vegas, cuyas plantaciones variaban según las subvenciones agrícolas europeas de cada momento: algodón, girasol, alfalfa, maíz…
En los años ochenta, el polo en Sotogrande creció mucho; llegó un momento en que había más de mil caballos y no existía la suficiente infraestructura para alojar a tantos animales; no, con los parámetros de calidad que exige el polo alto. Los caballos necesitan un lugar donde quedarse, entrenar y jugar al igual que sus dueños. Los patrones del Polo Alto son clientes con un perfil generoso a la hora de gastar dinero, pero a la vez son exigentes en sus demandas y reclaman un nivel alto en la calidad de las infraestructuras y servicios, sobre todo en lo relacionado con el caballo, el juego de polo y en su alojamiento personal. Por eso, para la comprensión de este proyecto, es importante tener en cuenta el tipo de cliente al que estaba destinado.
Un equipo de Polo Alto suele tener unos cincuenta caballos, tres jugadores profesionales y un patrón. En muchas ocasiones, estas personas viajan con sus familias además del resto del equipo, que consta de siete a diez petiseros (mozos de cuadra), un polo mánager, que es el encargado de la coordinación de todo el equipo, y dos o tres amigos del patrón con sus familias, a quienes también hay que atender y hospedar.
La historia del Club Caballo Loco tiene dos fases o etapas. La primera es la que me dispongo a analizar y está comprendida en el periodo de tiempo que va de 1996 a 2005. Esta fase es la que bautizamos con el nombre del famoso jefe siux. Yo tuve la suerte de colaborar con José María Ferrer, el verdadero impulsor y creador del proyecto. José María continuó trabajando en la segunda fase que dio lugar al nacimiento del Club Dos Lunas, uno de los mejores clubs de polo en la actualidad y donde, como no podía ser de otra manera, el caballo sigue siendo el protagonista indiscutible. Muchas gracias, Dos Lunas.
CABALLO LOCO POLO CLUB 1996-2005
Como mencioné anteriormente, un patrón de polo exige sobre todo tres cosas: 1. Infraestructura para sus caballos:
- Módulo de cuadras debidamente equipado con duchas, almacén, pastera, guadarnés, etcétera
- Pistas de trabajo y entrenamiento
- Aparcamiento para vehículos de caballos
- Corrales
2. Cancha de polo:
- Calidad de la hierba: nosotros optamos por la Bermuda 419
- Medidas adecuadas: en nuestro caso, elegimos una dimensión pequeña pero dentro de los límites reglamentarios (230×130)
- Dureza del suelo
- Localización de la cancha, a ser posible muy cercana a las cuadras
3. Alojamiento:
- Casa o casas de la finca
Estos fueron sin lugar a dudas los tres pilares en los que nos apoyamos para la ejecución del proyecto.
Lo primero que un patrón de polo alto quiere es que los boxes en los que se van a hospedar sus preciados caballos y las infraestructuras de entrenamiento, trabajo y juego sean de calidad alta. Además, tiene gran importancia la distancia a la que se encuentra del lugar donde se celebran los torneos. En nuestro caso, en Sotogrande, con su famosa Copa de Oro —uno de los torneos más importantes de Europa—, el Club Caballo Loco se encontraba a tan solo 9 kilómetros, una distancia más que aceptable para desplazar caballos en camión, que es el vehículo que emplean casi todos los equipos del alto.
El siguiente paso que dimos fue plantearnos cómo añadir algo que nos diferenciase del resto de los clubes de polo ya existentes. Hay muchos y muy buenos por todo el mundo, con unos presupuestos mucho mayores que el nuestro, y por lo tanto, para poder hacernos un hueco y colocarnos en una buena posición, estábamos obligados a hacer algo distinto. Decidimos crear cierta fantasía…
Caballo Loco, el gran jefe indio americano fue la inspiración filosófica para la realización del club, sobre todo por su amor a la tierra que pisaba. Nuestra preocupación por el impacto medioambiental era algo que teníamos siempre en mente. Intentamos administrar el agua de la mejor manera posible, para lo que fue necesario la construcción de un embalse. El club se edificó en un pequeño cerro, de manera que se minimizó el movimiento de tierra. Se plantaron cientos de árboles, entre ellos, olivos milenarios.
Además, todo el estiércol que producíamos se empleaba como abono. Por desgracia, desconocíamos la aplicación de microorganismos efectivos como alternativa al empleo de pesticidas, tanto en la cancha de polo como en los huertos.
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Desde aquí, y en memoria de Caballo Loco, ruego que los administradores de campos de polo, golf, futbol, etcétera, se informen de que existe una opción mucho más barata y limpia para el cuidado de su césped. Ya no hace falta llenar las aguas de nuestros ríos con pesticidas como muchos hacíamos algunos unos años atrás.
Otro de los aspectos que nos interesaron del jefe siux fue la relación que tuvo con el animal que escogió para llevar su nombre. El amor y admiración hacia el caballo era y sigue siendo nuestra bandera. Tanto es así, que tras vender el club, continuamos con los caballos y comenzamos una cría con el hierro de Caballo Loco, de la que hablaré al final del escrito.
Así como el jefe indio nos influyó —por decirlo de alguna forma— en la base filosófica del proyecto, la arquitectura de su pueblo (tiendas de palo y tela) definitivamente no encajaba en el perfil del patrón de polo alto. La pregunta del millón era: «¿Qué hacemos ahora?». Decidimos seguir honrándole estudiando una de las verdaderas arquitecturas autóctonas de su continente: la arquitectura maya.
La analizamos, y también a arquitectos como Luis Barragán, Ricardo Legorreta y Frank Lloyd Wright, nacidos en el continente americano y todos influenciados por la arquitectura centroamericana. Por supuesto, no queríamos dejar a un lado la tierra en la que nos encontrábamos: Al-Ándalus. Nos dimos cuenta de que la arquitectura musulmana y la maya pueden combinarse muy bien y mezclamos las dos; entre otras cosas, porque desde lo alto de un cerro que hay en la finca se divisa el mar y cuando sopla el viento de poniente, se ven las grandes montañas de la costa africana. La arquitectura musulmana tenía que formar parte de Caballo Loco.
Por último, quisimos unir todo dando unos toques o pinceladas muy características de un arquitecto español: Antoni Gaudí. Era obvio que la casa de la finca iba a ser la que nos permitiera hacer estos pequeños experimentos; para pintarla escogimos colores mayas. En la primera etapa, la casa se pintó de un ocre amarillento que el sol no tardó en engullir. Luego se construyó la segunda fase y ambas se pintaron de rojo que sustituimos por un color más resistente a la luz: el rojo maya. La casa se construyó en dos etapas. En la primera se pintó de color ocre amarillento, luego se construyó la segunda parte y ambas se pintaron de rojo. El resultado de todas estas conjeturas arquitectónicas fue éste.
LA CASA
LA CANCHA
La inversión en caballos para jugar el polo alto es enorme, así que la calidad del suelo que pisan es importantísima. El terreno no puede ser ni duro ni blando. Si llueve, la cancha tiene que drenar, tiene que estar lista para jugar en cualquier momento… Ningún patrón quiere tener una caída porque el caballo se ha resbalado o ha tropezado en un agujero; o jugar con peligro porque el suelo es malo; o que sus caballos tengan alguna lesión de tendones porque la cancha está mal cuidada. La calidad es fundamental y al hacerla no podíamos fallar si queríamos atraer clientes. La cancha debe ser un gran tapiz de hierba de una extensión de aproximadamente tres hectáreas y media.
LAS CUADRAS
Lo que verdaderamente nos importaba de las cuadras era que fuesen prácticas y cómodas para los caballos, los jugadores y los petiseros. El espacio destinado a los caballos estaba dividido en tres partes: las cuadras, el almacén y la casa de los petiseros.
Las cuadras se diseñaron en forma de estrella, pensada para proteger a los animales de los diferentes vientos de la zona, bien de levante o bien de poniente. En medio de la estrella había un bebedero que se empleaba en ocasiones como barra de bar. Todos los asados, entregas de premios y campeonatos se organizaban en las cuadras: era una forma de participar junto a los caballos de los buenos momentos.
La estrella tenía cuatro brazos y en cada uno de ellos había ocho boxes, un guadarnés, un almacén y una ducha. Suficiente para atender a un jugador. En cada equipo hay cuatro jugadores, por eso construimos cuatro extensiones.
En las fotos superiores se puede apreciar cómo todos los módulos arquitectónicos destinados a los caballos y sus trabajadores se encontraban sobre un pequeño cerro. En uno de los lados se hallaba la cancha, y la rodea una pista de arena para ejercitar a los caballos. Al otro lado, tres grandes corrales para soltar a los animales que lo necesitaran.
Estas infraestructuras nos brindaban la flexibilidad necesaria para poder acomodar a un equipo o cuatro jugadores independientes, según la temporada estacional.
En la foto de arriba vemos a Sarah Ferguson y a José María Ferrer, un momento antes de la primera entrega de premios en nuestro club. En la foto de abajo, algunos de los participantes en el torneo.
Pasaron los años y en el 2005, el GRUPO DOS LUNAS CLUB DE POLO cogió las riendas de este proyecto, subiéndolo a la primera fila del ranking polístico europeo. ¡Enhorabuena!
Fue duro despedirnos de un pequeño gran sueño como el del club, pero no fuimos capaces de decir adiós a los caballos. Con ellos viajamos a la cacereña Tierra del Venado (como diría Caballo Loco), junto a un pueblo con el nombre de Serrejón, a las faldas del Parque de Monfragüe. En este lugar formamos la cría caballar o ganadería Caballo Loco.
LA GANADERÍA
Igual que en el club, antes de poder adquirir los sementales, las yeguas de cría y comenzar a cubrir, necesitábamos una infraestructura para poder desarrollar con éxito nuestro nuevo proyecto, así que nos pusimos manos a la obra. Lo primero fue comprar una finca que tuviera dehesa y fuese buena para el ganado. Adquirimos una llamada Pozo Ancho. Era ideal, pero le falta mucha infraestructura y se la dimos.
Tuvimos que hacer grandes charcas para almacenar agua en las diferentes zonas de la finca y mejorar los pozos.
Una vez que las cuadras y el agua estuvieron bajo control, llegaron los caballos y con estos, la futura cría.
Con la llegada de la crisis económica en el 2007, la cría caballar sufrió un duro golpe. Los potros no se vendían y estuvimos apunto de vernos obligados a finalizar nuestra aventura ganadera y de paso nuestra relación de veinte años con este gran animal, que es el caballo. Gracias a una llamada de Ricardo Trujillo esto no se produjo. Ricki ha seguido con el legado de nuestra ganadería y por primera vez, este año, podemos presentar nuestros primeros caballos jugadores.
Aun así, los años que compartimos con patrones y petiseros, con amantes del polo y las mejores monturas…, todo eso, en fin, quedará siempre en nuestra memoria. Igual que vivirá en ella un club innovador bautizado en honor a un jefe siux y todas las historias que Caballo Loco trajo consigo.